viernes, 21 de octubre de 2011

El inquebrantable hielo (Protagónico)

Entro al cuarto de Jonathan y la sensación de incomodidad parece apoderarse de mí al encontrarme en una casa donde no conozco a nadie. Sólo había tenido contacto con Jonathan una sola vez y había sido vía telefónica. Aquí es donde empiezo a odiar mi  timidez que se convierte en mi peor enemigo.  Saludo a Jonathan, pero la conversación se muere en el bien, gracias. No puedo enfocar mis ojos en un solo elemento, pues esta habitación, de pequeñas dimensiones, está sobrecargada por cuadros y objetos acumulados. Intentando concentrarme y  me encuentro con un afiche del Joe pegado con una puntilla en la pared principal de esta habitación, lo curioso en este cartel es que en la parte inferior hay una fotografía de Jonathan en un campeonato de salsa. Esa foto coincide con lo que Carmen, la mamá de este joven, me había contado. Debió ser ese el día en que este joven había contraído una fuerte gripa, pero sus ganas por participar fueron más grandes que la enfermedad, las mismas ganas con las que se le percibía al Joe, máximo exponente de la salsa colombiana, en sus últimas apariciones en los medios de comunicación, que pese a sus complicaciones de salud hacía su máximo esfuerzo por interpretar sus canciones, aunque, a diferencia de Jonathan, ya no lograba los mismos reconocimientos artísticos del pasado. Quiero preguntarle más a Jonathan sobre ese concurso, el problema estaba en cómo hacerlo ¿Cuál sería la mejor manera de acercarme al tema? ¿Cómo iba a romper el hielo y entablar una conversación que hasta el momento no se había dado?

Jonathan está acostado en una cama sencilla encima de una sábana tejida en croché de color un poco desteñido. Tiene en sus manos un libro de matemáticas y  sobre la cama reposa  un cuaderno. El golpe de  sus pies contra el piso y sus constantes gruñidos me hacen  pensar que está  teniendo dificultades con la solución de sus ejercicios, las mismas dificultades que mías para hallar esa pregunta que diera paso a una conversación.

Me decido y le pregunto algo, pero no sobre la fotografía que está en el afiche del Joe, sino sobre el libro que encontré en una mesa  y que lleva por portada la foto de Héctor Lavoe y con un llamativo título: ‘Cada cabeza es un mundo: Relatos e Historias de Hector Lavoe’.

Desafortunadamente la información que me da Jonathan sobre el libro no me permite ahondar en el tema. Sólo me dirige la palabra para decirme que lo lee todas las noches, pero instantáneamente vuelve a su tarea, su tono seco en la voz me muestra que no quiere interrupciones mientras  estudia. Intento justificarlo o justificarme en mi pasado, en aquellas épocas de bachillerato donde mi papá intentaba, de todas las formas, explicarme ejercicios de matemáticas que no lograba entender;  en esos momentos lo último que quería era que mi mamá llegar a interrumpirnos con preguntas obvias como  ¿están estudiando? A lo mejor  así se siente Jonathan, además no es fácil darle información a un completo desconocido.

En todo caso yo ya estoy desesperándome, han  pasado 40 minutos y no logro la forma de poder entrarle a aquel hombre. En  últimas es sábado y si él quiere puede hacer sus tareas cuando yo me vaya. Intento tranquilizarme y pienso en que lo que menos debo hacer es dañar la oportunidad de tener próximos encuentros con Jonathan.

Por un momento interrumpe Carmen, la madre de Jonathan y nos ofrece algo de tomar. Yo le pido un vaso de agua y Jonathan sólo gira la cabeza dando a entender que no quiere nada. Al minuto su hijo para de estudiar y prende un radio pequeño sintonizando Huila estéreo, emisora dedicada a la salsa y merengue en esta región opita. Por un momento siento que Jonathan ha dejado las matemáticas para iniciar un diálogo conmigo, pero no.

Se levanta de su cama, se pone unas pantalonetas y unos tenis que, claramente, me da entender que va de salida.  Le pregunto que si irá a jugar fútbol porque alista un balón  y me responde que sí, que se le ha hecho tarde.  ¿Será sólo una excusa? ¿Estará incomodado por mi presencia y está buscando la forma formal de decirme que ya me debo ir? Por ahora no encuentro respuestas y aunque el tiempo se ha hecho corto, la situación me empuja a partir. Me tomo el vaso de agua que me llevó Carmen y  me despido, no sin antes agradecer la ‘gran ayuda’ que me han dado prestado. La sensación de frustración es evidente y una vez  más digo: ‘al carajo mi timidez’.

Unos whiskys con Phil Spector

Llego a su casa  en el  reconocido sector ‘Sunset Boulevar’ y me encuentro con un gran sistema de seguridad. Una cerca eléctrica rodea toda su mansión. Su puerta principal parece ser la entrada de un castillo en plena época medieval. Sus dimensiones alcanzan los 4 metros de alto y 3 metros de ancho. Como si fuera poco, esta puerta estaba enrejada y tenía en la parte inferior más de tres candados.    Timbro una campana y sale George uno de los 25 mayordomos que están a disposición de este productor.
George: Buenas tardes
En cuanto veo su uniforme quedo perpleja frente a la elegancia con la que viste este mayordomo. Smoking perfectamente planchado, corbatín justo a la medida del cuello y mancuernas en oro. Sí, en oro, para nadie es un secreto que Spector era extravagante hasta en esos pequeños detalles. Hay algo que causa curiosidad en mí, este sirviente mantiene su mentón y su cabeza con una leve con una posición erguida  hacia arriba, es una clara muestra de superioridad. Por un momento siento que los ayudantes de Spector son su sombra.   Ante mi ensimismamiento, George me repite en un tono molesto.
G: Que buenas tardes.  ¿En qué le puedo ayudar?
Stefanía: Busco a Phil Spector, quedamos de encontrarnos a las 3 en su casa para la producción de mi primer sencillo.
G: Un momento por favor.
Me dirigí a la sala de espera de aquella mansión, mientras Spencer llegaba. Sabía que aparecería en no menos de 30 minutos. Era una persona que disfrutaba haciéndose esperar como símbolo de importancia. Como sabía que la espera era larga me puse a detallar su casa, que más que casa era una mansión. Aquel lugar tenía alrededor de 40 habitaciones, y las extravagancias saltaban a mi simple y descomplicada vista. Una gran acuario con forma de cúpula ubicado justo en el hall de la entrada, los muebles de la sala con acabados en bronce y los souvenirs se acumulaban en  cada rincón de aquel lugar. No podía imaginarme cómo sería la habitación donde Phil y su esposa Ronnie. En estas se me fueron 40 minutos cuando Spector apareció bajando, con gran imponencia, las grandes escaleras de su casa que daban justo con el hall que tanto estaba reparando.
Phil: ¿Qué tal? …. Tefania... stephanie….perdón, ¿cómo  es que es su nombre?
S: Stefanía Losada, le respondí un poco intimidada. (Su gran altura y el tono sobrador de su voz me hacían sentir realmente inferior).
P: Ah, es usted la niña con la que hablé la semana pasada.
S: Sí, me dijo que viniera para contemplar la posibilidad de realizar un disco juntos.
(No lo podía negar, estaba ante la oportunidad de mi vida. Si ganaba su producción estaría a muy poco del éxito, pero si algo resultaba mal acabaría perdida).
P: Pues a ver, qué podría decirle yo. Todas mis producciones han sido 100% exitosas, apoyarla a usted sería un gran reto, podría perder el gran prestigio que he obtenido en los últimos años.
S: Pero, podríamos hacer una prueba, usted me dice qué tal le parece.
Spector se quedó pensativo y llamó a George para que le trajera un whisky, me ofreció y aunque no quería, dije que sí, pues negarle un trago al que podría ser mi próximo productor podría ser nefasto.
Nos sentamos en uno de los tantos balcones que tenía esta mansión. Un gran ventanal conectaba uno de los corredores con este lugar donde nos sentaríamos a hablar. El balcón en realidad se parecía al cuarto de mis papás,  tenía aproximadamente unos 15 metros cuadrados.
De repente, Spector se levantó sin dar más explicaciones que un ahora vuelvo. 
Mientras lo esperaba miré debajo de la mesa donde había puesto mi whisky  y me encontré con recortes donde aparecía este productor acompañado por grandes ‘héroes’: Lenny Bruce, Mohamed Alí, los Kennedy y el reverendo Martín Luter King.  Ya sabía los gustos de Spector, ahora sólo tenía que hablar de ellos. Y así fue, en cuanto llegó le nombré que también era una fiel admiradora del humorista Bruce.    Esa fue la frase que rompió el hielo.
P: George, otro whisky para la señorita y por supuesto otro para mí.
Hablar de Elvis fue otro tiro en el blanco, nos dio para tener tema de conversación por más de 35 minutos.  Spector, un poco más relajado y en tono confidencial  me comentó que había producido algunos discos de este cantante.
En ese momento sonó la alarma de seguridad y Spector cambió de humor rápidamente.
P: George, tráeme la pistola ahora mismo.
G: Señor, tranquilícese, debe ser un problema de configuración.
Spector hizo caso omiso de dichas palabras y salió de la casa con el arma, calibre 9 mm Parabellum, en sus manos. Había un joven fanático de este productor queriendo pasar las vallas eléctricas.
P: No creas que puedes burlar los sistemas de seguridad de mi mansión. Dijo Spector muy alterado.  (Ceño fruncido).
Inmediatamente salieron 5 escoltas de Spector para alejar a aquel individuo. Les tomó solo 7 minutos volver a retomar el control de la casa.
 Supe que debía partir en ese mismo instante, pues de lo contrario la ira de Spector se iría en contra mía.
S: Spector, me temo que debo irme, ¿le parece si mañana vuelvo a la misma hora?
P: No lo sé, soy estaré muy ocupado y no sé si tenga tiempo. Háblese con mi secretaria personal, ahora no tengo cabeza para nada.
S: Sí señor, de nuevo muchas gracias por su tiempo y el whisky.
Realmente le había afectado aquel percance, Spector estaba sudando y ya no podía mantener su voz en un tono moderado. Se dirige a su habitación y le da la orden a George de que le lleve otro trago a la habitación.
Agradecí a  George y salí de esa casa lo más rápido posible,  como alma que se la lleva el viento.

Entre sueños y oportunidades

Mecato, jugos, leche, yogur, jamón, cereal, aceite, y todo lo que se pueda necesitar en los quehaceres diarios se encuentra en este lugar que se ha convertido en la fuente de sustento para la familia Sánchez Trujillo. La tienda lleva por nombre ‘El Búho’ y aunque no es un bar,  más de 8 personas están en unas sillas afuera de éste tomándose unas cuantas Póker. La madre de Jonathan está registrando en la caja una bolsa de arroz y un paquete de pasta, mientras otras 4 personas esperan en la fila para pagar sus productos.
Sentada en una silla espero a que  Jonathan llegue del colegio. El calor es insoportable, soy las 4:10 de la tarde y acabo de escuchar en la radio que la temperatura está a 37° centígrados. Estoy sudando y la congestión del lugar hace que la sensación térmica se sienta más intensamente.          Llega Jonathan y pedimos algo de tomar, yo ya voy  por mi segunda botella de agua.
J: (voz agitada y cansada) Ma, tráeme una botella de agua, aahhh y un bon yurt.
(Jonathan está con su uniforme del colegio: una camiseta blanca que ahora luce café por las manchas de tierra, pantalonetas azules y  tenis blancos completamente embarrados. Todo indica que había jugado fútbol en el colegio, pero su ropa muestra que pasó el partido arrastrado en el piso. No tenía heridas.
Stefanía: (Voz enérgica) ¿Qué tal tu día?
J: Bien, fue un buen día (dice mientras se come la primera cucharada de su bon yurt). Metí dos goles en el partido.
S: ¿Te gusta mucho el fútbol?
(Aunque no eran preguntas que tuvieran que ver con lo que realmente quería saber, sabía que me permitirían ganarme un poco la confianza de este hombre).
J: Sí, es mi segunda pasión después de la salsa
Stefanía: ¿por qué preferiste que el encuentro se llevara aquí? (limpio el sudor de mi cara con una servilleta que Carmen me ha dado).
(Le había comentado a Jonathan que quería que la cita se llevara a cabo en el salón comunal del barrio donde normalmente practica para los concursos de salsa en la ciudad, pero él me sugirió que mejor lo hiciéramos en la tienda de su madre).
Jonathan: Este lugar es el motivo por el cual mi mamá se levanta todos los días a las 5 de la mañana y es gracias a las ganancias de éste que puedo financiar mis presentaciones. (Gira su cabeza y mira a su mamá con cara de orgullo).
S: ¿Hace cuánto lo abrieron?
J: Hace un año más o menos. Puedo decir orgullosamente que fue un regalo que le di a mi mamá. (se acaba el bon yurt de un sorbo).
S: ¿Cómo así? ¿Regalo? ¿Trabajas?
J: No, pues sí…para mí no es trabajo como tal, pero a veces recibo ganancias de lo que hago.
(No puedo negar que se pasó de todo por mi mente ¿En qué pasos estaría este niño? ¿Acaso habría conseguido el dinero delinquiendo en alguna parte? ¿Trabajaría en alguna pandilla?)
S: (Intrigada. Cejas fruncidas) Perdonarás mi curiosidad, pero aún no entiendo de dónde sacaste plata para este negocio.
J: (Suelta una carcajada) No es lo que te debes estar imaginando.
(¿Cómo podría él saber  qué me estaba imaginando? A lo mejor y ni estaba pensando en nada)
S: (Impaciente y un poco enojada) ¿De dónde sacaste el dinero?
J: Hace un año participé en una competencia de danzas que realiza la Secretaría de Cultura. Me había propuesto ganarla luego de dos intentos fallidos en que siempre quedaba en el tercer lugar. Gané el concurso y aquí está ‘El búho’.
(Había quedado perpleja. Una vez más mis prejuicios me habían hecho una mala jugada, pero todavía tenía muchas dudas).
S: ¿Cuánto te dieron por ganar?
J: Una de las finalidades del concurso es que los premios no se dan en plata, simplemente ellos destinan un presupuesto y uno dice en qué quiere que se inviertan. Yo sin dudarlo pensé en este negocio.
(Por primera vez había visto una iniciativa de la Alcaldía que valía la pena nombrarse en alto Siempre había pensado que la inversión estatal destinada a las actividades en pro del desarrollo humano se reducía a entregas de mercados o en su defecto a construcción de parques cívicos).
S: Sorprendente, es una clara muestra de amor.
J: Sí, en un principio quería que mi premio fuera un viaje a Cali para el Mundial de Salsa que se realiza anualmente, pero sentí que lo correcto era hacer feliz a mi mamá.
S:  (voz de consuelo) Ya habrá tiempo para nuevas oportunidades, ¿no?.
J: Dios sabe cómo hace sus cosas, imagínese que hace como un mes una señora vino a buscarme a la tienda que quería hablar conmigo.
S: Hablar… ¿de qué?
J: Lo mismo me pregunté yo en ese momento. Era una señora que se llama Sonia Gómez. Venía a decirme que me había visto bailar en una competencia interbarrial de la cual era jurado y estaba interesada en que yo entrenara en la academia de ella.
S: Ah, sí. Sonia Gómez… ¿y en qué quedaron?
(La había visto un par de veces saliendo de su academia ubicada en el centro de la ciudad, en la misma cuadra donde cursé todo mi bachillerato. En el escenario artístico de la danza es muy conocida en la ciudad. Lo último que supe, por el gran cubrimiento de la prensa regional, fue que hizo parte del evento de danza internacional ‘La Fiesta del Sol y de la Luna’ en 2010).
 J: Yo tengo mi profesor de baile en el barrio, pero no podía negarme a esta oportunidad. Yo sabía que el puente que se me abría con ella era gigante. Así que decidí ir a la academia los sábados y entre semana, cuando puedo, entreno con mi profesor del barrio.
S: y entonces… ¿te estás preparando para el Mundial de Salsa?
J: Sí, Sonia me está preparando fuertemente. (sonrisa en la cara) Ella sí que me saca el jugo.
S: ¿Cómo son esas preparaciones?
J: Con mi profesor del barrio practicamos dos veces por semana, mi mamá no me deja más porque dice que descuido el estudio. Con Sonia entrenamos sábados y domingos de 8 a 12 no solamente bailando salsa sino haciendo diferentes ejercicios de resistencia física, abdominales y, últimamente, se le ha dado porque me vuelva un experto en el tema, cantantes, intérpretes, historia,, bailarines, pues para Sonia ser esto es algo más que un conjunto de pasos, es la entrega de cuerpo, alma y mente en el escenario.
S: ¿Y cómo vas  a financiar el viaje?
J: (Le pide el favor a Carmen que le traiga un pastel de carne). Estamos haciendo con mi mamá todas las gestiones para que la Alcaldía nos colabore con una parte.
S: ¿Y la otra?
J: De la tienda. Intentamos ahorrar con mi mamá 15 mil pesos mensuales de las ganancias que aquí se recogen.  ¿No te digo que este lugar ha traído sólo bendiciones?
S: (Gran sonrisa)        Sí, indudablemente.
(Es increíble ver como los recursos económicos no se convierten en impedimento para hacer el camino de los sueños. Es imposible que historias como éstas no generen reflexiones de todo tipo, por lo menos en mí las ha generado).
(Jonathan se ve cansado, hemos charlado por más de 1 hora.  Mi mente me dice que ya debo partir, no sin antes cuadrar otro encuentro con este joven amante de los sueños y de la salsa).
Me levanto, no sin antes pagar la cuenta: fueron 6 mil pesos por dos botellas de agua, un bon yurt y un pastel de carne, nunca había pagado la cuenta con tanto gusto. Me despido con un beso en la mejilla de Jonathan y le digo desde lejos adiós a Carmen.
Aquellas personas que estaban afuera de la tienda tomando cerveza ya parecen verse afectadas por el alcohol .Voy saliendo y uno de ellos me dice en un tono un tanto morboso: “mamasita rica”. En otra ocasión les hubiera soltado algún insulto, no tengo pelos en la lengua, pero hoy sólo los ignoré. Había salido con la satisfacción de que cuando se quiere alcanzar algo no hay obstáculo que valga.

domingo, 18 de septiembre de 2011

El silencio tras bambalinas

Entro al cuarto de Jonathan y mi mente se siente confundida. No puedo enfocar mis ojos en un solo objeto, pues en cuarto, de pequeñas dimensiones, abundan los pequeños elementos decorativos. Intentando focalizar mis ojos me encuentro con un afiche del Joe pegado con una puntilla en la pared principal de esta habitación que aún se encuentra en obra negra. Éste cartel se encuentra un poco desgastado, pero hay algo en él que llama mi atención: en la parte inferior hay una foto de Jonathan cuando tenía unos  7 años, viste un traje rojo ceñido al cuerpo y carga en su cuello una medalla de bronce, su cara de felicidad es indescriptible. Esta foto tiene un significado muy especial para este hombre. Su madre me contó, en una charla previa que tuve con ella, que precisamente para ese concurso Jonathan había contraído una fuerte gripa, pero sus ganas por participar fueron más grandes que la enfermedad.
Jonathan se encuentra acostado en su cama con un libro de matemáticas en sus manos y con un cuaderno al lado izquierdo. El movimiento de sus pies y sus constantes gruñidos me hacen pensar que está teniendo problemas con la solución de sus ejercicios. Encuentro al lado derecho de la cama una mesa de madera un poco pelada. En ella hay una estatuilla del divino niño Jesús a quien Jonathan le ha prendido una veladora blanca; hay también un trofeo dorado de un bailarín, marcado en la parte inferior con: ‘Ganador Concurso Juvenil de Salsa al Barrio 2010’, lo cual comprueba el verdadero talento que tiene este joven para la salsa. Junto a este galardón hay un libro sobre la vida e historia de Héctor Lavoe, en su portada aparece este cantante con sus características gafas sosteniendo un micrófono en sus manos. Entra en mí una gran curiosidad por ojearlo, pero ante el silencio permanente en el que se encuentra jonathan decido no hacerlo.
 Por lo que puedo ver, este joven es de muy pocas palabras, en lo que llevo en el cuatro no ha dirigido hacia mí alguna señal que me dé la iniciativa de preguntarle algo. Un poco extraño para una persona que gasta su tiempo libre dando espectáculos de salsa.
Por un momento interrumpe Carmen y nos ofrece algo de tomar. Yo le pido un vaso de agua y Jonathan sólo hace un gesto con la cara que da a entender que no quiere nada. Apenas sale Carmen del cuarto, su hijo se resigna a no seguir estudiando y prende un radio pequeño y sintoniza Huila estéreo, emisora dedicada a la salsa y merengue.  Decido romper el hielo y preguntarle a Jonathan si finalizó su tarea, a lo cual me responde  con un tono un poco cortante y frío: ‘no, la termino después’. Sigo en mi labor un poco ‘etnográfica’ y me encuentro con  una repisa justo en la entrada del cuarto que había pasado desapercibida para mí. En ella hay una lámpara negra que al parecer no se usa en la casa porque no tiene bombillo, también hay un cds ‘pirata’ cuya carátula tiene por título ‘Éxitos de la salsa rumbera’. Al cogerlo, Jonathan me dirige la palabra por primera vez y me dice que si quiero ver más abra el cajón, pero decido no hacerlo, pues ya me he entrometido bastante en su cuarto.
Miro el reloj y me doy cuenta que debo partir, me despido de Jonathan y de su madre y salgo de aquel hogar, donde el sabor de la salsa es notorio, pero el silencio intimida.

martes, 13 de septiembre de 2011

OBJETOS QUE OCUPAN MI CUARTO (A propósito de "Objetos que ocupan mi mesa de trabajo" de George Perec)

Cierro los ojos y por un momento pienso en aquel lugar donde paso la mayoría del tiempo: mi cuarto. Aunque es demasiado pequeño y apenas hay espacio para entrar me siento cómoda en él, tal vez es por su misma dimensión. Es inevitable que en ese viaje a mi habitación no se me vengan a la mente algunos objetos. El primero, una ropa que se reposa un tanto desordenada en mi cama, ésta le pertenece a una amiga: Gina. Ella dejó una blusa y  una chaqueta  en mi cuarto este fin de semana, luego de que nos arregláramos para salir a comer y tomarnos unos cocteles. Aunque el último trago de aquel sábado tuvo un sabor muy amargo en mí. Volví a mi casa a la media noche, pero en realidad, logré descansar hasta las 3 de la mañana, cuando Gina llegó a su casa y su mamá, por fin, dejó de llamar intensamente a mi teléfono fijo a preguntar por el paradero de su hija, pues mi amiga había dejado de contestarle el celular desde las 10 de la noche, supuestamente porque estaba cansada de la “intensidad” de su madre. Fue así que mientras Gina decidía cuál sería su próximo trago,  yo mantenía repetidas conversaciones con Janine, su madre, quien, muy preocupada y a punto de llamar a la policía, me preguntaba por la hora en la que podría llegar su hija.
En la parte superior derecha de la cama, cuelga un perchero que decora la pared. Éste fue destinado por  mi mamá para que colgara bolsos y así dejar aquel vicio de mantenerlos regados por toda la casa, no obstante las carteras siguen estando en todos los rincones y aquel perchero sólo cuelga un afiche que mi ex novio me regaló.  Este cartel, rosado y con dos osos en la parte inferior, me recuerda todos los momentos que vivimos junto a él y, claro, es imposible borrar de la mente diez meses compartidos con una persona.  Aunque el recuerdo me entristece, me rehúso a quitarlo, tal vez porque todavía guardo la esperanza de volver con él, al fin de cuentas es un gran hombre: mi primer amor, pero mis caprichos e impulsos me llevaron a que una simple pelea de novios terminara en un adiós. No puedo negar que la vida de soltera es maravillosa, sin embargo,  no se compara con todo el equilibrio que Felipe aportaba en mi vida. Quisiera volver a aquellos domingos donde almorzábamos al norte de Bogotá, recorríamos los pueblos aledaños a la ciudad y comíamos a más son poder.
Ahora que recuerdo, en aquel perchero también cuelga el collar de mi pequeño yorkie, “Cooper”, aunque lleva sólo cinco meses conmigo ya lo quiero como mi verdadero hijo.  Y es que mi mascota se ha sabido ganar el corazón de todos. Aún recuerdo el día en que llegó conmigo a  casa y mi hermano me dijo: “ese ratón no vivirá acá”. Y sí, para ese entonces tenía toda la apariencia de un ratón. Mis papás no se quedaron atrás y me amenazaron con dejar de enviarme dinero si no devolvía a mi cachorro. Qué irónica es la vida, ahora es la luz de los ojos de mi hermano y de mis papás. De hecho, sentiría que lo consienten más que a mí, ya las llamadas no son para saber cómo estoy sino para que les cuente las travesuras de mi pequeño.
Como ya había dicho, mi habitación es un tanto chiquita, además el closet que está al lado derecho de perchero es lo que más espacio ocupa en aquel lugar. La ropa está desordenada, pues hay tanta que ya no encuentro forma de organizarla. Además, mi indecisión es mi peor enemiga y no ayuda a que mi armario sea mínimamente presentable. Es ya una rutina que todas las mañanas saque las blusas para ver cuál es la más apropiada para el día. En esto puedo durar de 5 a 30 minutos diarios lo que me lleva a que siempre llegue tarde a clase. Claramente, al no tener tiempo vuelvo a poner las blusas en aquel closet de cualquier manera.  Para mí no es un problema, aprendí a vivir en mi desorden, pero quizá es mi mamá la que más sufre con esta situación, de hecho, cada vez que viene a Bogotá me espera un regaño, pero siempre termina organizando todo, su  psicorrigidez  la obliga a hacerlo.
En este espacio, las chaquetas están colgadas y hay una, en especial, que tiene un gran significado para mí. Es un blazer azul, manga tres cuartos y de botones rojos. Fue el regalo que me dio una amiga cuando cumplí 16 años, pero desde hace dos años, Dios decidió llevársela al cielo. Un accidente automovilístico acabó con la vida de Diana en el momento en que manejaba su carro, ella estaba  en alto estado de embriaguez. Regresaba de una fiesta a las afueras de la ciudad, sin embargo, un árbol ignorado, le impidió que llegara a casa.
No podría terminar de describir mi cuarto sin nombrar la mesa de noche que acompaña el lado izquierdo de la cama. En ella hay tres hadas que mi mamá me regaló el día de mi grado. De pronto, sonará un poco infantil, pero sí, creo en las hadas y sé que la magia de ellas hacen que mis días sean maravillosos. Al igual que estas pequeñas criaturas, todos tenemos una luz propia que ilumina nuestros caminos, pero que se puede apagar cuando alguien deja de creer en nosotros.

La salsa: un ritmo con sabor colombiano



La música, sin lugar a dudas, es una de las formas de expresión más usadas por el ser humano. Su variedad hace que cada género tenga su propio escenario y genere emociones diferentes. La salsa, aunque no es propia de Colombia, ha sido adoptada como un ritmo de representación cultural. En cuanto al nombre de este género musical existen dos teorías sobre su origen: la primera, menciona que ‘salsa’ quiere decir sociedad anónima del alma proveniente de las palabras Soul S.A. La segunda, identifica la salsa como el aderezo usado en culinaria por la gran cantidad  de sus componentes.
Su origen se remonta a la época del exilio de los esclavos africanos, los cuales a su llegada a las Antillas trajeron consigo su cultura musical: bailes, tambores, rituales, etc.  Estas representaciones, realizadas como forma de adoración a dioses como San Lázaro y Babalú Ayé, debían llevarse a cabo  a escondidas de los españoles, pues ellos prohibían cualquier manifestación artística, ya que afirmaban que la única labor que debían desempeñar estos esclavos era la del trabajo continuo. Así es que la salsa fue el resultado de la mezcla de ritmos africanos (percusión y compás) con instrumentos propios de España (piano, trompetas, guitarra).
Décadas después tanto afroamericanos como latinos inmigraron a Estados Unidos en busca de un mejor futuro y una mejor calidad de vida. Esta estadía en Norteamérica influyó en la evolución de la salsa, pues tomaron elementos del Jazz y de los ‘barrios’ donde ellos residían.
En Colombia, este género musical tuvo sus primeras repercusiones a causa de las comunidades afrocolombianas residentes en ciudades como Buenaventura, Barranquilla y Cali. Con el paso del tiempo, se fue perfeccionando este ritmo y empezaron a florecer grupos artísticos de salsa, tales como: Fruko y sus tesos, Orquesta Guayacán, Grupo Niche, entre otros.
La llegada de la salsa en Colombia marcó un cambio en la historia musical. Antes de ésta, eran reconocidos como ritmos nacionales el danzón  y el currulao, sin embargo, la salsa llegó para quedarse y en la actualidad se reconoce como parte de la identidad cultural del país y los aportes que artistas y bailarines  de ciudades como Cali le han dado a este ritmo son hoy en día innumerables y reconocidos a nivel mundial.
Con lo anterior, pretendo adquirir conocimiento sobre este género musical, pues será éste el utilizado para mi crónica final. La historia girará en torno a un niño que a sus 9 años ha ganado más de tres premios en competencias de salsa.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Estructuras audiovisuales

Las películas son ante todo una elección: la búsqueda de personajes, qué se va a contar, de qué manera se va a realizar, qué intencionalidad pretende en el espectador, etc. La estructura es en sí misma otra elección, quizás una de las más importantes en el momento en que se va a realizar una producción cinematográfica. Ésta busca los hechos más representativos dentro de las narraciones de los personajes con el fin de generar una secuencia y una manera propia de contar una historia o una visión de mundo. 
Así mismo, estas estructuras pueden ser clásicas o arqui-trama, minimalistas o mini-trama y anti-estructura o anti-trama. Para comprender mejor la definición de estos conceptos nos centraremos en el análisis de las siguientes películas: Sunset Boulevar, Persona y Paris Texas.
‘Sunset Boulevar’, sin lugar a dudas, cuenta con una estructura clásica o establecida. En esta producción audiovisual, Norma Desmond y Joe Gillis, protagonistas de la historia, están claramente definidos. Así mismo, el tiempo de esta película es lineal, pues se puede percibir con precisión su  inicio, nudo y desenlace, además de contener un final cerrado. La realidad creada por el director, Billy Wilder, es coherente y la historia gira alrededor de las acciones realizadas por los personajes, a través de Joe Gillis, quien es el narrador de los acontecimientos. La película narra la historia de una estrella del cine mudo frustrada por su exilio de la pantalla gigante luego de la llegada del sonido. En su interés por volver al séptimo arte contrata a un escritor quebrado quien acepta la propuesta como salida a sus problemas económicos, pero esta relación termina generando una tragedia.
No obstante, ‘Persona’ rompe con todas las características  descritas anteriormente. Su director, Ingmar Bergman, no pretende generar una coherencia lineal en la selección de sus imágenes, por el contrario, es el espectador quien debe organizar la línea narrativa del relato. La creación de esta producción refleja la originalidad del director para querer contar la historia de Elisabeth, una actriz que luego de una grabación toma la decisión de no volver a hablar, por lo que es internada en un centro de rehabilitación. Allí, conoce a su enfermera, Alma, quien se convierte en su compañía en las vacaciones de verano. En el transcurso de la película no se puede diferenciar si Elisabeth o Alma son personas diferentes o si esta última es sólo una representación imaginaria. Igualmente, la introducción de imágenes fugaces al principio de la película con objetos que parecen no tener relación con el relato convierte a ‘Persona’ en una producción de anti-estructura.
Finalmente, la película ‘Paris Texas’ puede ser catalogada como una producción con estructura minimalista. Su relato cuenta la historia de Travis, quien ha olvidado qué ha pasado con su vida en los últimos cuatro años. Luego de ser encontrado por su hermano, la película se desarrolla en Texas y gira en torno a los conflictos que tiene el protagonista para reconstruir su relación con su hijo  y emprender la búsqueda de su esposa. El final de dicho film es abierto y le deja al espectador la opción de que sea él mismo el que obtenga sus propias conclusiones a través de la interpretación propia que éste haga de la interioridad de cada personaje.
Con lo anterior, se puede percibir que existen diferentes formas de contar una historia. Todo depende de la intencionalidad y originalidad del director, quien de acuerdo a su forma particular de ver el mundo decide de qué manera narrar su propio argumento.